Por José Alberto Gaytán García*
En días pasados se celebró en Estocolmo, capital de Suecia, la ceremonia de entrega de los prestigiados Premios Nobel en su versión 2010. Dichos premios los otorga anualmente la Fundación Nobel a los investigadores que se destacan por sus aportaciones científicas en favor de la humanidad.
Los científicos galardonados recibieron de manos del rey Carlos XVI Gustavo de Suecia, la medalla conmemorativa y la cantidad de 10 millones de coronas suecas, equivalentes a casi un millón y medio de dólares. La cantidad señalada tiene el objetivo de evitar preocupaciones económicas a los premiados y facilitarles el desarrollo de futuras investigaciones, ya que esos fueron los deseos de Alfred Nobel, inventor de la dinamita, quien para tal propósito heredó parte de la cuantiosa fortuna que obtuvo con dicho descubrimiento.
En el 2010, como sucede todos los años, investigadores de las mejores universidades del mundo “barrieron” con los Premios Nobel; por ejemplo, el de Física lo ganaron los científicos rusos Andre Geim y Konstantine Novoselov por sus trabajos de investigación en el desarrollo del grafeno, que es un poderoso material sintético doscientas veces más resistente que el acero, a la vez, es fino y flexible como una hoja de papel. En los próximos años, el grafeno sustituirá al silicio en diversas aplicaciones de nanotecnología; por ejemplo, en la construcción de semiconductores, componentes de computación, equipo electrónico, ascensores espaciales y hasta chalecos antibalas.
El de Química se lo llevaron el profesor de la Universidad de Delaware, Richard F. Heck y los japoneses Ei-ichi Negishi y Akira Suzuki, de las Universidades de Pennsylvania y Okayama de Japón. Estos formidables investigadores son conocidos en el mundo científico como “Los ases del paladio”. El paladio es un metal blanco que fue descubierto en 1803, se parece al platino y es más valioso que el oro; la principal característica del paladio es la facilidad que tiene para alearse con otros metales, Estos formidables investigadores lograron crear con el paladio sustancias artificiales para aplicaciones medicas, como las moléculas de carbón llamadas “discodermolidas”, estas moléculas inhiben el crecimiento de células tumorales cancerosas, los medicamentos derivados serán utilizados para tratar casos graves de herpes, sida y para combatir virus hasta ahora indestructibles.
El Nobel de Medicina lo ganó el inglés Roberts G. Edwards, de la Universidad de Cambridge, por sus investigaciones sobre la fecundación in vitro. Este procedimiento, criticado duramente desde el punto de vista ético y moral, permite la fertilización asistida fuera del cuerpo de la mujer. Al profesor Edwards le tomó treinta años de trabajo lograr el nacimiento del Louise Brown, el primer ser humano nacido a través de la fecundación in vitro. En la década de los ochenta, la prensa mundial bautizó al recién nacido como “El primer bebé de probeta”; a la fecha, han nacido cuatro millones de personas gracias a la fecundación in vitro o en laboratorio.
El Nobel de Literatura se lo llevó el escritor peruano Mario Vargas Llosa y el chino Liu Xiao Bo se llevó el Nobel de la Paz por su lucha en favor de los derechos humanos. Liu Xiao Bo no asistió a la ceremonia de premiación ya que está detenido en la provincia de Liaoning; Xiao Bo, profesor de literatura de la Universidad de Pekin, cumple una sentencia de doce años que le impuso el Gobierno chino por considerarlo un agente subversivo. Xiao Bo fue uno de los líderes de las protestas de la Plaza Tiananmén ocurridas en 1989, antes de ser apresado, Xiao Bo firmó y promovió un documento conocido como “La Carta 08”, en la que solicita una reforma política y apertura democrática en China.
¿Y México; cómo nos fue en el 2010?
Esa es una buena pregunta con una mala respuesta: no ganamos nada y por tanto, no estamos en la lista de los países que año tras año envían a sus orgullosos científicos a Estocolmo a recibir tan prestigiado Premio. Bueno, pero ¿por qué no ganamos Nobels?, la respuesta es simple: no ganamos porque no invertimos en ciencia y tecnología y no lo hacemos porque no tenemos una verdadera política de Estado que privilegie la investigación científica. Por eso, no tenemos laboratorios equipados con tecnología de punta, ni centros de investigación como los tienen Harvard, Cambridge y demás universidades ganadoras de premios Nobel.
Existen también otras razones que impiden que México sea una potencia científica. Por ejemplo, el “presupuesto” que se asigna a la mayoría de las universidades, tecnológicos e instituciones públicas de educación superior, sólo alcanza para cubrir el pago de la nómina del personal que ahí labora. En el “presupuesto” de estas instituciones no existen partidas o rubros que asignen recursos para desarrollar proyectos de investigación, ni existen plazas de investigadores, ni becas de investigación para promover la investigación entre nuestros alumnos. Así que no hay que ser un genio para entender porque no ganamos premios Nobel.
Por eso, hoy más que nunca, necesitamos invertir en ciencia y tecnología, tenemos que construir una nueva sociedad de investigadores capaces de competir con los mejores científicos del mundo, pero tenemos que apresurarnos porque el tren del desarrollo científico partió sin nosotros hace varias décadas y la única manera de alcanzarlo, es invirtiendo con seriedad en el futuro de México, la ciencia y la tecnología.
jalbertogaytangarcia@gmail.com
A54R6/17
Acerca del autor
- José Alberto Gaytán García ha escrito artículos y ensayos de corte académico en diarios y revistas de México y de los Estados Unidos; ha participado en importantes proyectos académicos e impartido conferencias sobre temas de historia, tecnología y educación en el marco de las relaciones entre México y los Estados Unidos, tema en el cual realizó sus estudios de doctorado en The Graduate School of Internacional Studies de la Universidad de Miami.
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