Por José Alberto Gaytán García*
El mes pasado se celebró en Estocolmo, capital de Suecia, la ceremonia de entrega de los prestigiados premios que anualmente otorga la Fundación Nobel a los investigadores que se destacan por sus aportaciones científicas en favor de la humanidad.
Cada galardonado recibió de manos del rey Carlos XVI Gustavo de Suecia, la medalla conmemorativa y la cantidad de 10 millones de coronas suecas, equivalentes a un millón y medio de dólares. Dicha suma tiene el objetivo de evitar preocupaciones económicas a los premiados y facilitarles el desarrollo de futuras investigaciones, ya que esos fueron los deseos del químico sueco Alfred Nobel, inventor de la dinamita, quien para tal propósito heredó parte de la cuantiosa fortuna que obtuvo con dicho descubrimiento.
Como sucede todos los años, en el 2011, investigadores de las mejores universidades y centros de investigación de los Estados Unidos “barrieron” con los premios Nobel; por ejemplo, el de Física lo ganaron los estadounidenses Saúl Perlmutter, Brian P. Schmidt y Adam G. Riess, de la Universidad de Berkely, por sus descubrimientos sobre el crecimiento y aceleración del universo. El de Medicina, se lo llevaron el estadounidense Bruce A. Beutler, profesor de genética e inmunología del Instituto Scripps de la Joya California y los investigadores Ralph M. Steinman y Jules A. Hoffmann, por sus trabajos de investigación sobre los mecanismos de inmunidad de un tipo de células llamadas “dendríticas”. Por cierto, el profesor Steinman murió tres horas después de recibir la noticia de haber ganado el Nobel.
En los últimos cien años las universidades americanas se han llevado prácticamente todos los Nobel, la lista esta encabezada por la Universidad de Chicago con 85 premios, el Tecnológico de Massachusetts 77, la Universidad de Berkeley 47, Harvard 45, la Universidad de Princeton 35 y Stanford 27. Es tan marcado el dominio que tienen en este renglón las instituciones educativas de ese país, que en la lista de las diez universidades que más han ganado estos galardones, ocho universidades son de los Estados Unidos.
¿Y México; como nos fue este año?
Pues nos fue como en los años anteriores, mal; este año tampoco ganamos nada. Bueno, pero y ¿porqué no ganamos Nobels?, la respuesta es simple: no ganamos porque no invertimos en ciencia y tecnología, por eso, no tenemos laboratorios altamente equipados ni centros de investigación avanzada como los tienen los investigadores de Chicago, del Tecnológico de Massachusetts, de Berkeley Harvard, Princeton y demás universidades ganadoras de premios Nobel.
También existen otras razones que impiden que México sea una potencia científica, como es el hecho, de que el “presupuesto” que se asigna a la mayoría de las universidades, tecnológicos e instituciones públicas de educación superior, solo alcanza para cubrir el pago de la nómina del personal que ahí labora. Es decir, no quedan recursos para apoyar proyectos de investigación, ni para crear becas y plazas de investigadores con sueldos bien pagados y con un programa permanente de compensación económica.
A lo anterior, hay que agregar que México es el país más rezagado entre las 30 naciones que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), al destinar solo el 0.4% del Producto Interno Bruto (PIB), a la investigación científica y desarrollo tecnológico (I+D). En promedio, el gasto destinado por los países de la OCDE a este rubro, es del 2.3 por ciento del PIB. El país más avanzado en este sentido es Suecia, que destina el 3.8 por ciento de su PIB al I+D, seguido por Finlandia 3.5, Japón 3.4 y Corea del Sur 3.1 por ciento. Así que no hay que ser un genio para entender porque no ganamos premios Nobel.
Por tal motivo, necesitamos revisar las políticas de investigación y desarrollo tecnológico. Por las razones que sean, las condiciones de violencia y abandono educativo en que viven miles de jóvenes en las calles de nuestro país, reclama la formación de una nueva generación de investigadores mexicanos bien formados y capaces de competir con los mejores científicos del mundo; pero tenemos que apresurarnos porque hace muchos, pero muchos años, que el tren del desarrollo y del avance científico partió sin nosotros y va estar canijo alcanzarlo si no tomamos con seriedad este asunto. Ojala que el 2012 sea un año próspero para el desarrollo científico y tecnológico de México. Feliz Año a todos.
jalbertogaytangarcia@gmail.com
A62R6/17
Acerca del autor
- José Alberto Gaytán García ha escrito artículos y ensayos de corte académico en diarios y revistas de México y de los Estados Unidos; ha participado en importantes proyectos académicos e impartido conferencias sobre temas de historia, tecnología y educación en el marco de las relaciones entre México y los Estados Unidos, tema en el cual realizó sus estudios de doctorado en The Graduate School of Internacional Studies de la Universidad de Miami.
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