Por José Alberto Gaytán García *
La Zeta
Así le llama la gente de la región a una peligrosa curva que está ubicada en la carretera de Xalapa a Misantla, este lugar es de sobra conocido por ser escenario de fatales accidentes automovilísticos. Se dice que la curva tiene forma de la letra zeta, por el temor y respeto que me produce ese lugar, yo cuando paso por ahí, antes de ver si efectivamente la curva tiene forma de zeta, me distraen los pensamientos sobre las terribles historias que cuentan de los accidentes que ahí han ocurrido. Es tan fuerte el impacto anímico que han producido dichos acontecimientos, que con el paso de los años han cruzado los límites de la realidad para caer a terrenos hasta de lo inexplicable, sea lo que sea, yo siento un profundo respeto por la zeta y una profunda admiración por la historia y la belleza natural que la rodea.
La Zeta se localiza 18 km antes de llegar a la señorial Misantla, como le dicen con gran orgullo y verdad los misantecos a esta bella y tranquila ciudad. Misantla en el siglo XIX fue capital de Veracruz y uno de los grandes centros económicos del país por su magnífica producción algodonera, cafetalera, azucarera, silvícola, ganadera y agrícola. En este rincón de la provincia mexicana todavía se conservan intactas algunas de las costumbres del México porfiriano, como la que vi hace días por el rumbo de la colonia Puerto Palchán, uno de los barrios más tranquilos de la ciudad. En ese lugar, había un grupo de niños que tomados de la mano formaban un circulo o una rueda; llenos de alegría e inocencia, miraban fijamente a otro niño que estaba en el centro de la rueda interpretando el papel del personaje central del juego. Mientras la rueda giraba a la derecha, el “Lobo”, de unos siete años de edad, con la ceja levantada, mostrando “sus colmillos”, y con mirada atemorizante, esperaba impaciente entrar en acción, dependiendo del “si” o del “no”, que respondería a la pregunta que en coro le cantaban los demás niños:
“Jugaremos en el bosque mientras el lobo no está, porque si el lobo aparece… !A todos nos comerá! ¿LOBO ESTÁS AHÍ?
Doña Blanca, Naranja Dulce, San Juan Pirulero, San Serafín del Monte y El Lobo, son los nombres de algunas rondas y juegos infantiles que eran altamente populares entre los niños y jóvenes que vivían en las villas, poblados y en las grandes haciendas del México rural del siglo XIX. Doscientos años después, Misantla es uno de los pocos lugares del país en donde todavía es posible mirar a través de sus ventanales una escena de la inocencia y esplendor del México antiguo.
Volviendo al asunto de la zeta, se debe mencionar que la carretera Xalapa-Misantla, se construyó como parte de un ambicioso proyecto llamado “Sistema Misantla”, el cual se diseñó para electrificar y comunicar a más de cien pueblos indígenas de la región del Totonacapan. Siendo Gobernador del Estado, el Lic. Marco Antonio Muñoz, el programa adquirió forma y se concretó gracias al entusiasmo y determinación de un grupo de visionarios líderes comunitarios, de acaudalados comerciantes y de influyentes políticos, quienes para impulsar el proyecto constituyeron un patronato pro-construcción de la carretera. Entre dichas personalidades destacan el Lic. Francisco Córdoba Ladrón de Guevara, don Manuel Zorrilla Rivera, los hermanos Carlos y Rosendo Álvarez Rodríguez, finqueros de café de Misantla, quienes costearon con sus propios recursos la ampliación de la carretera hacia Martínez de la Torre.
La Espinita
La construcción de la carretera fue una titánica obra de ingeniería civil que tomó treinta años en completarse. La parte más difícil se realizó gracias al dinero y trabajo aportado por las comunidades serranas, como Chiconquiaco, Naolinco y Yecuatla, por citar algunos ejemplos. Los pobladores de esos lugares “a pico y pala” se enfrentaron a dos mil metros de altura sobre el nivel del mar, a las extremosas inclemencias del frío, lluvia, neblina y dificultades geográficas de la sierra, ya que la carretera se trazó sobre un eje volcánico compuesto por la sierra de Chiconquiaco y por el macizo de Teziutlán, ambos sistemas, parte de la Sierra Madre Oriental de México.
Hubo también importantes aportaciones de las compañías cafetaleras, ganaderas y arroceras que operaban en la región. El conocido maestro misanteco Graciano Álvarez, quien conserva un valioso archivo histórico y fotográfico de Misantla, amablemente me facilitó parte de ese valioso material para documentar el presente artículo, como es el caso de la revista Prosperidad que se publicaba en la década de los cuarenta. En la página 27 de esta revista, aparece un reporte del patronato de fecha 12 de mayo de 1956, en el cual se mencionan las enormes dificultades que enfrentaban las brigadas de trabajo en la sierra de Chiconquiaco. El reporte destaca que de diciembre de 1954 a diciembre de 1955, la construcción solo avanzó cuatro kilómetros debido a las pésimas condiciones climáticas. El reporte agrega que en dicho lugar, se produce un fenómeno climatológico provocado por el choque de los vientos alisios que vienen del Golfo de México contra las corrientes de aire frío que ahí existen, dando por resultado lluvia, frío extremoso y una densa neblina la mayor parte del año.
Asimismo, en el documento se hace mención especial de “la Espinita”, una máquina Caterpillar RD7, que se compró en cuarenta y cinco mil pesos con dinero aportado por los vecinos de Naolinco y Yecuatla. “la Espinita” se convirtió en una pieza fundamental para el avance de la obra y en un símbolo popular para mantener en alto el entusiasmo de los trabajadores en tal difícil tarea.
jalbertogaytangarcia@gmail.com
A17R6/17
Acerca del autor
- José Alberto Gaytán García ha escrito artículos y ensayos de corte académico en diarios y revistas de México y de los Estados Unidos; ha participado en importantes proyectos académicos e impartido conferencias sobre temas de historia, tecnología y educación en el marco de las relaciones entre México y los Estados Unidos, tema en el cual realizó sus estudios de doctorado en The Graduate School of Internacional Studies de la Universidad de Miami.
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