La hija de la Ciencia: La Tecnología (primera parte)

Por José Alberto Gaytán García*

Nacida en la antigüedad, la ciencia tuvo sus comienzos en cosas sencillas asociadas a manifestaciones de la madre naturaleza, como la observación del día y la noche, la repetición de las estaciones del año, las fases lunares, el brotar de las plantas, el ir y venir de los vientos. Posteriormente, los primeros hombres de ciencia se enfocaron a estudiar otro nivel de manifestaciones naturales más preocupantes, como la fuerza de las lluvias, la furia de las tempestades y los desastres provocados por las inundaciones y erupciones volcánicas. Al desconocer el origen y causas que provocaban dichos eventos, las sociedades de aquellos tiempos vivían atrapadas entre el terror y la superstición.

Así fue como nació la ciencia, de la observación de tales fenómenos y de la reflexión sobre su significado, con la aclaración de que la ciencia no tuvo su origen en una sola época, ni se desarrolló en un solo pueblo, o bajo determinada forma de gobierno o religión, tampoco fue obra de una civilización en particular, por el contrario, tuvo un idioma y un carácter universal, ya que fue el resultado del estudio y observación de la naturaleza de las cosas.

En efecto, veinte siglos antes de la era cristiana, los hombres de ciencia de la antigua Grecia y Babilonia con riguroso orden y cuidado anotaban las observaciones de los fenómenos antes comentados, incluyendo datos sobre el sistema planetario, tema en el cual eran grandes expertos, por ejemplo, conocían como “la palma de su mano” la salida y puesta del planeta Venus, sabían con exactitud las fechas de los eclipses solares y lunares, así como los demás movimientos del sol, la luna y las estrellas y desde luego, los efectos que producían estos “dioses gigantes del cielo” en sus métodos agrícolas, base de su sistema alimentario.

Dicho conocimiento, como ya lo señalamos, fue obtenido con fundamento en las leyes de repetición confirmadas durante muchos siglos de cuidadosas observaciones, de esta manera, paso a paso iba quedando establecida una premisa fundamental en el desarrollo de la ciencia “el índole ordenado de la naturaleza” aún y cuando tal orden se atribuía a la voluntad y capricho de dioses desconocidos y atemorizantes.

Del resultado de los trabajos de observación y forma de pensar de los grandes lideres y sabios de la antigüedad, se formó poco a poco la ciencia, aquí hablamos desde la época del gran líder Moisés que libró a su pueblo de la esclavitud de Egipto y del médico Hipócrates que practicó el arte de curar en la antigua Grecia, dando lugar al nacimiento de la moderna medicina. En este orden, hay que citar las aportaciones a la ingeniería industrial y militar del matemático Arquímedes y posteriormente continuar con aportaciones ya más avanzadas de sabios y hombres de ciencia de todas partes del mundo, de Creta, Persia, Asiria, Sumeria, Roma, la India y China.

Ese sería el camino o proceso de desarrollo seguido por la ciencia, hasta llegar a las sociedades altamente industrializadas de hoy en día, como la Alemania del genio científico más importante de siglo XX, Albert Einstein, ganador del Premio Nobel de Física y autor de la famosa teoría de la relatividad, un complejo trabajo de ciencias físicas asociado a conceptos de equivalencias gravitacionales, energía, masa, luz, tiempo, espacio, etc. A pesar de haber sido un gran pacifista, defensor de los derechos civiles y un férreo activista del desarme mundial, a Einstein se le conoce irónicamente como “el Padre de la bomba atómica” ya que sus trabajos sobre ener-gía nuclear sirvieron de base para la construcción de la primera bomba atómica. Esta letal arma de destrucción masiva fue utilizada por el Gobierno de los Estados Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial en las islas japonesas de Hiroshima y Nagasaki, donde detonaron dos de estas bombas nucleares.

Por otra parte, escritores e investigadores especializados en temas científicos como Michael Lewis, Carl Sagan y F. R. Moulton, coinciden en señalar que nunca se ha aceptado una definición única de la ciencia y que filosóficamente lo que ellos entienden por ciencia lisa y llanamente es “el total de las cosas y pensamientos de quienes la practican” y agregan una cuestión sumamente importante, que la ciencia se asemeja a un gigante mitológico en cuyos hombros lleva a cuestas a la civilización humana y que este gigante, al alcanzar su etapa madura, ahora se llama ciencia moderna y que ésta ha dado a luz a una hija que se llama “la tecnología.”

En la segunda y última parte de este artículo comentaremos el avance de la tecnología en el siglo XXI, incluyendo los peligros de que “la hija” se porte mal y que en un escenario no deseado por nadie, desobedezca los consejos de su madre “la ciencia moderna” en el sentido de siempre respetar el principio que le dio vida: “el orden de la naturaleza”. Por cierto, en términos científicos el riesgo de que “algo salga mal” y de que se rompa este orden, siempre ha existido en la historia de la humanidad, pues no olvidemos que este riesgo inició en la antigüedad cuando nuestros hombres de ciencia empezaron en forma sutil y cuidados a descifrar uno a uno los secretos a la madre naturaleza.

En todo caso, será responsabilidad de todos vigilar que no se desvíe la noble intención del quehacer científico tal y como esta registrado en un hermoso poema de los tiempos del poeta y ciudadano romano Tito Lucrecio Caro: “…en la búsqueda de la verdad, cada uno de nuestros sabios, deberá arrancarle una pluma al Gran Pájaro Blanco que simboliza el conocimiento y la verdad perenne…”

jalbertogaytangarcia@gmail.com
A15R6/17

Sígueme en:
error
fb-share-icon

Acerca del autor

José Alberto Gaytan
José Alberto Gaytan
José Alberto Gaytán García ha escrito artículos y ensayos de corte académico en diarios y revistas de México y de los Estados Unidos; ha participado en importantes proyectos académicos e impartido conferencias sobre temas de historia, tecnología y educación en el marco de las relaciones entre México y los Estados Unidos, tema en el cual realizó sus estudios de doctorado en The Graduate School of Internacional Studies de la Universidad de Miami.

Entradas relacionadas

Dejar un Comentario