Por José Alberto Gaytán García*
En marzo de 1996 se cumplían 20 años de la desaparición del maestro Daniel Cosío Villegas, una de las figuras intelectuales más importantes del México contemporáneo. Con tal motivo, en la Asociación de Estudiantes Mexicanos de la Universidad de Miami, nos dimos a la tarea de presentar una conferencia para recordar a quien fuera uno de los fundadores del Colegio de México, del Fondo de Cultura Económica y un profundo conocedor del sistema político mexicano.
Llamé por teléfono al entonces cónsul general de México en Miami, don Luis Ortíz Monasterio, para invitarlo al evento y pedirle su intervención ante el director del Colegio de México: necesitábamos un retrato del maestro Cosío Villegas, material académico y lo más importante, requeríamos de un profesor que hubiese conocido al homenajeado.
Días después me llamó el cónsul Ortiz Monasterio para informarme que nos visitaría el embajador Francisco Correa Villalobos, profesor de Estudios Internacionales del Colegio de México y discípulo del maestro Cosío Villegas. En eso estábamos conversando animadamente, cuando el cónsul me preguntó: “Oiga y a todo esto, ¿con quién va a alternar el embajador Correa Villalobos?, ¿habrá alguien en Miami que conozca a fondo la obra de don Daniel?”
Le contesté de inmediato afirmativamente. Añadí que uno de mis profesores de ciencias políticas de la Universidad de Miami, el profesor cubano Enrique Baloyra, conocía la obra y el pensamiento político de Cosío Villegas. El cónsul me miró un tanto extrañado y quizás sorprendido de que un especialista en asuntos de América Central y de Cuba estuviera interesado en el tema.
Sin demora me fui a ver al Dr. Baloyra para darle un carácter formal a la invitación. El aceptó gustosamente; recuerdo muy bien que le comuniqué el proyecto del cónsul de México de presentar en la conferencia al embajador Correa Villalobos. “A usted”, le pregunté: “¿Quién le gustaría que lo presentara?” De inmediato me respondió: “Tú, Alberto, preséntame tú”. Le dí las gracias y salí rápidamente de su oficina muy preocupado. Muchas ideas daban vueltas en mi cabeza. Yo sabía que al momento de presentarlo no sería justo resaltar únicamente sus logros académicos porque él era más que eso; el profesor Baloyra era más que un excelente académico. Había otro aspecto importante de su perfil humano que se debía mencionar.
No fueron esas las circunstancias en las que conocí al Dr. Baloyra. Lo había conocido tres años atrás, en 1993, cuando él formaba parte de uno de los comités de becas de la Universidad de Miami. En aquel entonces, yo era candidato a una beca para un doctorado en Estudios Internacionales y con ese motivo lo visitaba frecuentemente para preguntarle por mi caso. El día que el comité se reunió, él habló en mi favor en el momento exacto y decisivo. Gracias a su intervención, la Universidad de Miami me otorgó la ansiada beca. También habló en el momento decisivo a favor de muchos estudiantes talentosos de America Latina, quienes gracias a ello pudieron terminar sus doctorados en distintas universidades de los Estados Unidos. Entre ellos, varios mexicanos que hoy son destacadas figuras en los círculos académicos y políticos de México.
Después fue mi profesor den-tro de los cursos del programa de doctorado. Con el paso del tiempo nos hicimos amigos; siempre me quedaba a platicar con él después de clases. En particular, me sorprendían sus conocimientos acerca de México: y digo que me sorpren-dían porque supuestamente él no era experto en asuntos de mi país, aunque siempre lo fué. Sabía tanto, que con frequencia le llamaban de México prominentes figuras políticas y académicas para consultarle sobre determinados asuntos. En más de una ocasión lo pude constatar, cuando me encontraba en su oficina tratando asuntos relativos a mis estudios. Al igual que muchos de sus amigos, yo también me hice muchas veces la misma pregunta: ¿Cómo diablos le hace para saber tanto de tantas cosas?
Con el Dr. Baloyra no se cumplió aquel reclamo expresado frecuentemente por el maestro Cosío Villegas acerca de lo complejo y hermético del sistema político mexicano: “Los que están adentro del Gobierno saben pero no escriben, los que estamos afuera escribimos pero no sabemos”, decía don Daniel. En el caso de Enrique Baloyra, él estaba afuera y no era mexicano, pero sí sabía.
Volviendo a la conferencia, ésta fue todo un éxito. El profesor Baloyra, con sus extraordinarios conocimientos y gran sentido del humor se echó “a la bolsa” al público (en su mayoría mexicano). Al revisar mis notas recuerdo algunas observaciones que hizo esa noche, en particular, la que sigue: “Cosío Villegas fue un empresario, agitador, dilettante cultural, impulsivo, franco, directo y muy crítico de los demás. Por la coherencia de su método, por anticipar proyectos, por fomentar disciplinas, por entender ideas, quien quiera estudiar en serio a México tiene que ir a Cosío Villegas”.
En cuanto a la presentación que hice del Dr. Baloyra, recuerdo muy bien que, antes de hacer uso de la palabra, por fin vino a mi mente la idea que tanto me inquietaba aquel día que salí de su oficina. Él era también un excelente caballero: ese era el ángulo que quería destacar acerca de su persona. Así lo hice en dicha ocasión y esta vez, al cumplirse el primer aniversario de su fallecimiento y al conmemorarse un aniversario más de la independencia de México y la de varios países latinoamericanos, fechas en que recordamos el legado de nuestros grandes patriotas, consideré oportuno recordarlo de la manera siguiente: Los estudiantes de América Latina que tuvimos la suerte de conocer al Dr. Enrique Baloyra, primero como profesor dentro del aula y después como amigo fuera de clases, sabemos que los mejores diplomas que él obtuvo en su vida, son aquellos que conceden las instituciones de la caballerosidad y la excelencia moral.
jalbertogaytangarcia@gmail.com
A70R6/17
Acerca del autor
- José Alberto Gaytán García ha escrito artículos y ensayos de corte académico en diarios y revistas de México y de los Estados Unidos; ha participado en importantes proyectos académicos e impartido conferencias sobre temas de historia, tecnología y educación en el marco de las relaciones entre México y los Estados Unidos, tema en el cual realizó sus estudios de doctorado en The Graduate School of Internacional Studies de la Universidad de Miami.
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