En la vida sólo vale ganar: Ademir Marques

Por José Alberto Gaytán García*

En el marco del fervor provocado por el inminente arranque del próximo mundial de fútbol, este fin de semana, en la casa de ustedes, vi un documental llamado: “HIJOS DEL MARACANAZO”, transmitido por la cadena de deportes ESPN. El conductor que narra este extraordinario programa se llama Martín Ainstein, un especialista en deportes de origen argentino. Bajo un correcto rigor histórico y social y con una dosis de alta emotividad que se acrecienta conforme avanza el programa, Ainstein narra desde las butacas del estadio Maracaná, lo que ocurrió el 16 de julio de 1950, cuando Brasil jugó en dicho lugar la final de la Copa del mundo contra la selección de Uruguay.

La Copa del mundo de 1950, fue el primer mundial celebrado después de la Segunda Guerra Mundial y debe usted saber amigo lector, que nunca antes en la historia de estos eventos deportivos, un país sede había sido el gran, pero en serio, el gran favorito para ganar el mundial, como lo fue Brasil en ese entonces.

Los motivos para que todo Brasil considerara a su equipo el campeón del mundo (antes de jugar la final), se debía a la extraordinaria constelación de estrellas que integraban la selección nacional carioca. Cabe señalar que el equipo brasileño era imbatible, daba miedo a sus rivales.

Llegó a la final goleando a todos y le bastaba un simple empate para ganar la Copa del mundo. Había, además, otros factores que aumentaban exponencialmente la seguridad de los brasileños, por ejemplo, el hecho de que las potencias europeas no iban bien preparadas por los efectos devastadores de la Segunda Guerra Mundial. En efecto, esta situación provocó que Italia, Inglaterra y Suecia no tuvieran las condiciones adecuadas para prepararse para ese mundial, dejando así el camino libre a los brasileños. El cariño de toda una nación por su selección y el estreno del famoso “Maracaná”, considerado el estadio más grande del mundo, eran fuertes ingredientes que reforzaban el optimismo brasileño, a estas alturas, fuera de control. Las apuestas no eran sobre ¿quién ganaría la final?, sino sobre ¿cuántos goles le anotarían a Uruguay?, el resultado que más gustaba a la gente era “cuatro a uno”. Los diarios de mayor circulación, no se aguantaron las ganas de ver la final y un día antes, tiraron millones de ejemplares con la siguiente noticia: “BRASIL CAMPEÓN DEL MUNDO”.

El documental explica, con opiniones de escritores e historiadores brasileños, como toda una nación decide antes de tiempo, que ya eran los campeones del mundo, destacando lo sucedido en la ceremonia previa a la gran final, cuando el alcalde de Río de Janeiro, al hacer uso de la palabra, convierte el deseo de ganar de todo el país, en una obligación patriótica, al dirigirse a los seleccionados nacionales de la siguiente forma: “…brasileros: cumplí con mi palabra de construir el estadio más grande del mundo, ahora cumplan ustedes con su deber de ganar la copa del mundo”.

El estadio Maracaná registró una entrada oficial de 189 mil personas, sin embargo, los aficionados que se quedaron afuera derribaron los muros de seguridad y entraron al estadio en una peligrosa estampida humana, en total se estima que ese día en el Maracaná había aproximadamente 200 mil personas apoyando a su selección.

Estimados amigos, lo que pasó esa tarde en la final de la Copa del mundo, es una historia conocida como el “MARACANAZO”, si amigos, ocurrió lo impensable, Uruguay derrotó dos a uno al equipo invencible, al mejor del mundo y el que según no podía perder. El resultado del partido provocó una verdadera tragedia nacional, bueno, hubo aficionados que no aguantaron la noticia y se suicidaron, el país se convirtió en un enorme funeral deportivo que 64 años después aún no supera ese trauma nacional.

El documental “HIJOS DEL MARACANAZO”, en su segunda parte, destaca como este resultado sepultó la brillante carrera de todos los integrantes de la selección nacional. El país entero los humilló, los acusó de traición nacional, los condenó al olvido y nunca les perdonó haber perdido aquella final. Se cuenta que años después de aquella trágica final, los directivos de la Federación Brasileña de Futbol les negaron la entrada a un entrenamiento de la selección nacional, acusándolos de ser personas de mala suerte. La mayoría de aquellos jugadores murieron en el anonimato, pobres y olvidados.

En la parte final del documental, hay una entrevista a la esposa de Ademir Marques de Menezes, el goleador de aquella selección, la señora de nombre Vilma, narra como el jugador lleno de tristeza le comentó al final de su vida: “Vilma de que sirvieron todas las cosas buenas que hice en la vida, los goles que anoté en la selección y los títulos que le di a mi equipo, si la gente nunca me perdonó perder aquella final: acuérdate Vilma, en la vida, sólo vale ganar”.

En la vida sólo vale ganar Ademir Marques

Estimados amigos, subrayé las palabras finales de Ademir, ya que en mi opinión, la frase “en la vida, sólo vale ganar” encierra un poderoso mensaje de triunfo y éxito; Ademir nos dice entre otras cosas, que nunca hay que perder, que el segundo lugar no cuenta, que no hay enemigo pequeño, que debemos estudiar más, prepararnos más y trabajar más sin importar la profesión u oficio a que nos dediquemos, que tenemos que ser los mejores en lo que hacemos, que debemos ser respetuosos con nuestros rivales y semejantes, que nunca debemos burlarnos de nadie, que no debemos juzgar a nadie y que no olvidemos que en la vida, sólo vale ganar.

jalbertogaytangarcia@gmail.com
A101R6/17

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Acerca del autor

José Alberto Gaytan
José Alberto Gaytan
José Alberto Gaytán García ha escrito artículos y ensayos de corte académico en diarios y revistas de México y de los Estados Unidos; ha participado en importantes proyectos académicos e impartido conferencias sobre temas de historia, tecnología y educación en el marco de las relaciones entre México y los Estados Unidos, tema en el cual realizó sus estudios de doctorado en The Graduate School of Internacional Studies de la Universidad de Miami.

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