Por José Alberto Gaytán García*
En días pasados se celebró en Estocolmo, capital de Suecia, la ceremonia de entrega del prestigiado premio que otorga anualmente la Fundación Nobel a los investigadores que se destacan por sus aportaciones científicas en beneficio de la humanidad. Cada galardonado recibió de manos del rey Carlos XVI Gustavo de Suecia, la medalla conmemorativa y la agradable cantidad de un millón cien mil euros. Esta cantidad tiene el propósito de facilitar a los galardonados el desarrollo de futuras investigaciones, según los deseos del químico sueco Alfred Nobel, inventor de la dinamita, quien heredó a la fundación que lleva su nombre la cuantiosa fortuna que obtuvo con dicho invento.
Como sucede todos los años, investigadores de las mejores universidades de los Estados Unidos “barrieron” con los premios de Física, Química, Medicina, Economía, etc. En efecto, en los últimos cien años las universidades americanas se han llevado prácticamente todos los Nobel, la lista la encabeza Harvard con 28, Stanford 17, el Tecnológico de Massachussets 15, Chicago 16, el Instituto de Tecnología de California 15, Berkeley 15, Columbia 13 y la Universidad de Princeton 13. Es tan marcado el dominio que tienen las instituciones educativas de ese país, que en la lista de las 10 universidades que más han ganado estos galardones, 8 universidades son de Estados Unidos.
El claro dominio estadounidense se debe a la alta competencia y desarrollo científico de sus centros de investigación, resultado de la descomunal estructura de apoyo público, privado e independiente con que cuenta ese país. Por ejemplo, la National Science Foundation, conocida por sus siglas en inglés como la NSF, es una agencia federal independiente creada en 1950 por el Congreso de los Estados Unidos con el fin de promover el progreso de la ciencia. El presupuesto anual que se asigna a esta fundación es de siete billones de dólares, esta formidable suma representa solo el veinte por ciento de todo el presupuesto federal que se destina al desarrollo de la investigación. La NSF recibe por año 45 mil proyectos de investigación provenientes de 1900 universidades, de los cuales, otorga financiamiento a 11 mil proyectos; gracias a este valioso apoyo, la fundación tiene el honroso merito de haber financiado a 183 investigadores ganadores del Nobel.
Paul Krugman de Princeton University, ganador del Nobel 2008 de Economía fue apoyado por la NSF, lo mismo sucedió con Yoichiro Nambu de la Universidad de Chicago, ganador del Nobel de Física y con Osamu Shimomura, Martin Chalfie y Roger Y. Tsien, de las Universidades de Boston, Columbia y California, quienes se llevaron el Nobel de Química. En la presente gráfica aparece el desglose por área de los Nobel ganados gracias al apoyo de la National Science Foundation.
¿Y México?
Esa es una buena pregunta; ¿Qué pasa con nuestro país?, ¿por qué no figuramos entre los países que año tras año envían a sus orgullosos científicos a Estocolmo a recibir tan prestigiado premio?, ¿por qué sólo hemos ganado un Nobel en el área de ciencias?, el de Química en 1995 de Mario Molina, quien por cierto, realizó sus investigaciones en universidades de Alemania y de Estados Unidos y también fue financiado por la NSF, o sea que el Nobel no salió de laboratorios de universidades mexicanas. Los otros dos premios ganados por mexicanos fueron el de Octavio Paz en Literatura en 1990 y el Nobel de la Paz de Alfonso García Robles en 1982, ¡tres en total!
La respuesta a las preguntas anteriores es simple: no ganamos porque carecemos de una estructura nacional de apoyo para los proyectos de investigación, como la tienen los Estados Unidos y demás países ganadores de Premios Nobel. Peor aun, en los presupuestos de muchas universidades y tecnológicos de México, ni siquiera existe el rubro “apoyo para la investigación” ni plazas de investigadores. No hay que ser experto en el tema para concluir que sin laboratorios y sin financiamiento es imposible producir científicos que compitan con los investigadores de Harvard, Yale, Chicago, Cambridge, Columbia, etc.
Todo eso tiene que cambiar, tenemos que diseñar un nuevo esquema de planeación que permita a nuestros centros educativos ser líderes en materia de investigación; necesitamos formar investigadores bien preparados, que mínimo, hablen inglés para que puedan visitar los centros de alta investigación que hay en el mundo y claro, que ganen bien para que sin presiones económicas puedan trabajar a gusto.
Es urgente invertir en ciencia y tecnología, tenemos que construir una nueva sociedad de científicos capaces de ganar Premios Nobel, pero tenemos que apresurarnos porque el tren del desarrollo científico partió sin nosotros hace muchos años y la única manera de alcanzarlo es invirtiendo con seriedad en el futuro de México: el desarrollo de la ciencia y la tecnología.
jalbertogaytangarcia@gmail.com
A38R6/17
Acerca del autor
- José Alberto Gaytán García ha escrito artículos y ensayos de corte académico en diarios y revistas de México y de los Estados Unidos; ha participado en importantes proyectos académicos e impartido conferencias sobre temas de historia, tecnología y educación en el marco de las relaciones entre México y los Estados Unidos, tema en el cual realizó sus estudios de doctorado en The Graduate School of Internacional Studies de la Universidad de Miami.
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