Por José Alberto Gaytán García*
Les comentaba en el artículo anterior, que de puro milagro me salve de acabar en el fondo de uno de los peligrosos desfiladeros que hay en la carretera de Misantla a Xalapa y que cuando más ayuda necesitaba, El Señor me envió un “Banderilla” para guiarme entre la feroz neblina que había en todo el camino, especialmente antes de llegar a Xalapa. De esta experiencia, aprendí valiosas lecciones, una de ellas, respetar esa carretera y jamás volver a manejarla solo y menos de noche.
En este sentido, deseo recomendarles que si tienen que manejar de noche, asegúrense de llevar una lámpara (con baterías buenas), un acompañante, gato y llanta de refacción, ¡ah y otra cosa! revisen el líquido de los frenos y si se puede, que alguien les revise las balatas del carro. Este aspecto es de vital importancia en una carretera de alta peligrosidad como es esta, y créanme que no exagero porque de Misantla a Xalapa hay 183 curvas; esto quiere decir, que para controlar el peso y la velocidad del carro, hay que frenar, mínimo unas dos veces por curva, o sea, unas 366 frenadas.
De regreso, hay 176 curvas, y aquí la cosa cambia, porque el trayecto es más peligroso, ya que por el peso del carro y por el grado de nivelación en que fue trazado el descenso de la carretera, se tienen que utilizar más veces los frenos, digamos unas tres veces por curva, o sea, unas quinientas veces; en total, se tiene que frenar unas ochocientas veces en la ida y vuelta a Xalapa.
No hay que ser experto en carreteras ni en mecánica para explicarnos porque la mayoría de los accidentes fatales que han ocurrido en esta carretera tienen que ver con el sistema de frenos de los vehículos accidentados. Esto nos ayuda a comprender también porque la Zeta es un punto de alta frecuencia de accidentes y lo es, porque al llegar a esta curva, muchos vehículos vienen ya con las balatas desgastadas, o sea, sin frenos.
Desconozco si los experimentados choferes de los “Banderilla” lo sepan, pero en circunstancias como las que yo viví, encontrarse un “Banderilla” en el momento de mayor apremio, es la diferencia entre la vida y quizás la muerte. Desde hace setenta años, estos autobuses trasladan pasajeros y productos de comercio por los caminos y brechas que había desde antes de construirse la carretera.
Actualmente hay 24 corridas diarias a Xalapa y 17 de allá para acá, el boleto cuesta cuarenta pesos, mensualmente los “Banderilla” trasladan unos 30 mil pasajeros entre los poblados y ciudades de la región. Esta línea de pasajeros inició operaciones cubriendo la ruta de ocho kilómetros que hay entre Xalapa y Banderilla, posteriormente, el 14 de julio de 1939 se constituyó como una cooperativa de transportes regional, para lo cual adquirió una moderna flota de camiones que sustituyeron a los viejos camiones apodados; “el Cuatro Litros”, “el Polvorilla”, “el Espíritu” y “el Tehuacán”.
A bordo de los “Banderilla”, estudiantes, maestros, empleados, comerciantes y gente de todas las clases sociales se juega la vida diariamente por esta peligrosa carretera y lo hacen por necesidad, ya que no hay otro medio de comunicación rápido, seguro y confiable, como una moderna autopista y miren que no esta lejos el sueño de tener una autopista, ya que a Xalapa en línea recta son tan solo 50 kilómetros, la verdad es que no me explico como en tantos años no se pudo construir una moderna carretera que hubiese consolidado el desarrollo económico de esta rica y vasta región agrícola, cafetalera, maderera y ganadera, por citar tan solo algunos ejemplos de su riqueza.
La revista Prosperidad en su edición de julio de 1939, en uno de sus comentarios editoriales alzaba la voz con emoción y fuerza para justificar la construcción de la carretera Misantla-Xalapa, al hacerlo, citaba a Joaquín María Rodríguez, un respetado periodista veracruzano de aquellos tiempos, quien en el año de 1900 escribió lo siguiente:
“poco se anda lejos y mientras dure la paz de la República el progreso hará que un pueblo empuje al otro. Esa evolución dará nacimiento a nuevas industrias, a nuevos negocios. y estos a su vez echaran abajo las montañas, salvaran los ríos, y por todas partes abrirán caminos, que son las arterias por donde circula la sangre de la riqueza y el bienestar del país”.
Un siglo y siete años después, el comentario de aquel visionario periodista, sigue más vigente que nunca, tenemos que levantar la voz con firmeza para que lleguen otros caminos modernos que empujen con brío el desarrollo de los pueblos de la región. El esplendor y la riqueza del Misantla antiguo y sus habitantes actuales, gente buena y trabajadora, merecen mejor suerte que accidentarse en la sierra o en la Zeta, que para el caso es lo mismo.
jalbertogaytangarcia@gmail.com
A22R6/17
Acerca del autor
- José Alberto Gaytán García ha escrito artículos y ensayos de corte académico en diarios y revistas de México y de los Estados Unidos; ha participado en importantes proyectos académicos e impartido conferencias sobre temas de historia, tecnología y educación en el marco de las relaciones entre México y los Estados Unidos, tema en el cual realizó sus estudios de doctorado en The Graduate School of Internacional Studies de la Universidad de Miami.
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