Por José Alberto Gaytán García *
El 23 de julio de 1995, en el Auditorio Wilder de la Escuela de Física de la Universidad de Miami, la Asociación de Estudiantes Mexicanos presentamos la conferencia “Los poetas Contemporáneos desde la otra orilla”. Los conferencistas invitados fueron Andrés Henestrosa de México y el poeta cubano de la Universidad de Miami, Manuel Santayana. Esa noche, los dirigentes de la Asociación nos encontrábamos preocupados por la suerte que tendría nuestro primer evento cultural.
Afortunadamente, académicos, poetas, escritores, periodistas y público en su mayoría mexicano, llenaron el Auditorio Wilder; la conferencia fue un rotundo éxito gracias al carisma, sencillez y excepcionales conocimientos y calidad humana de Andrés Henestrosa. Esa noche, el público emocionado terminó de pie ovacionándolo, por su parte, el poeta Manuel Santayana, estuvo también excepcional, no es mexicano pero conoce exitosamente todos los rincones de la literatura mexicana, esa ocasión, lo demostró al disertar brillantemente sobre los poetas llamados los “Contemporáneos”, entre ellos, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, José Gorostiza, Carlos Pellicer, Gilberto Owen, Jaime Torres Bodet y Jorge Cuesta.
De mis apuntes que guardo como un preciado tesoro, encontré varias citas hechas esa noche por el gran indigenista oaxaqueño, por ejemplo, al referirse a los “Contemporáneos” señaló lo siguiente:
“A pesar de que fui amigo personal de ellos, no fui amigo de ellos literariamente”.
Henestrosa aclaró que los “Contemporáneos” fueron hombres de una gran cultura, de una gran formación literaria y poetas en varios idiomas, que su estilo afrancesado los situaba en la “otra orilla literaria” de la cultura indigenista que el representaba, ya que mientras ellos traducían a los poetas franceses, él traducía a los poetas zapotecos, que eso lo distanció y le ocasionó problemas, principalmente con Salvador Novo, el más canijo del grupo.
El escritor indigenista deleitó al público con preciosas citas de Santa Teresa, San Agustín y Euripides y con interesantes anécdotas de sus roces con dichos poetas, por ejemplo, comentó que en plena época navideña, uno de sus amigos le preguntó si había ido a ver el nacimiento de Carlos Pellicer, a lo que Henestrosa respondió “no, pero el velatorio no me lo pierdo” o cuando le preguntaron a Salvador Novo si había leído el último artículo de Henestrosa, a lo cual respondió “no, yo no leo zapoteco”, Henestrosa le contestó “qué bueno que Novo no lea zapoteco porque al menos a mi no me plagiará”. Al siguiente día lo fue a buscar Salvador Novo y le dijo “papi, papi, ahí la dejamos”, y que de ahí en adelante se hicieron buenos amigos.
Cuando Andrés Henestrosa se presentó en la Universidad de Miami tenía 89 años de edad, sobrado de conocimientos, elocuente al hablar y ni se diga al escribir, caballero en toda la línea, recuerdo que el Auditorio Wilder tenía una mesa larga donde se sentaban los ponentes, en lugar de sillas, la mesa tenía una especie de bancos sin respaldo, altos y muy incómodos, no los pudimos cambiar porque estaban pegados al piso y porque el lugar ya estaba lleno de gente, así aguantó don Andrés las dos horas que duró el evento, sin quejarse en lo más mínimo. A invitación de su gran amigo, el cónsul de México en Miami, Luis Ortiz Monasterio, de quien les platiqué en mi anterior artículo, don Andrés se quedó una semana en el sur de la Florida; gracias a la gentileza del cónsul, los líderes de la Asociación de Estudiantes Mexicanos fuimos invitados a todos los eventos que le organizaron, orgullosos y emocionados, no perdíamos detalle de sus amenas conversaciones, cuando le platicamos que la biblioteca de la Universidad no tenía suficiente bibliografía sobre el tema del indigenismo mexicano, don Andrés nos sorprendió con una valiosa donación de obras únicas sobre dicho tema.El viernes 28 de julio de 1995, en la sección de colecciones especiales de la Otto G. Richter Library, las autoridades de la Universidad de Miami, por conducto del director de bibliotecas, Frank Rodgers, realizaron una emotiva ceremonia para agradecer el gesto del escritor mexicano. En ese lugar, el poeta Manuel Santayana y su servidor nos tomamos las fotos que documentan el presente artículo, debo comentarles que a esas alturas, la prensa de “la otra orilla” se desvivía en elogios para el autor de Los hombres que dispersó la danza, el libro mas editado en México junto con La visión de Anáhuac de Alfonso Reyes.
A pesar de que salió descalzo de su pueblo y aprendió hablar Español hasta los 16 años, este formidable escritor llegó a ser Senador de la República y miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, en los últimos setenta años de su vida escribió ¡20 mil artículos! y acuño en mi opinión la frase de oro en materia de educación, frase que todos deberíamos aplicar, en especial nuestros estudiantes, decía don Andrés: “Yo soy los libros que he leído”.
En días pasados a la edad de 101 años murió en la Ciudad de México Andrés Henestrosa Morales, con su desaparición las letras y la cultura de Hispanoamérica pierden a una de sus figuras más valiosas e insustituibles. Descalzo, humilde, vino de lejos, de un pueblito zapoteca de cinco calles y una iglesia, para recordarlo como se merece, hay que leerlo, hay que saber más de este poeta caballero, de prosa de seda y alma de oro, como diría el gran prócer cubano José Martí.
jalbertogaytangarcia@gmail.com
A34R6/17
Acerca del autor
- José Alberto Gaytán García ha escrito artículos y ensayos de corte académico en diarios y revistas de México y de los Estados Unidos; ha participado en importantes proyectos académicos e impartido conferencias sobre temas de historia, tecnología y educación en el marco de las relaciones entre México y los Estados Unidos, tema en el cual realizó sus estudios de doctorado en The Graduate School of Internacional Studies de la Universidad de Miami.
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