Los Graniceros: “Señores de la Lluvia” (Tercera parte)

Por José Alberto Gaytán García*

los “Graniceros”, conocidos, también como “Tiemperos”, “Saudinos”, “Quiapequis”, “Rayados”, “Cuarteados”, “Ahuizotes”, “Tlamatines”, “Aguadores”, “Quiaclasques”, “Cuitlames”, “Señores del Rayo” o “Señores de la Lluvia”, eran personajes altamente estimados y respetados en las sociedades agrícolas del México antiguo. Estos magos poderosos eran los encargados de atraer la lluvia o “buenas aguas” para las cosechas y alejar las granizadas, tempestades, “vientos malos” y demás fenómenos climatológicos que destruían las cosechas y ponían en peligro a los habitantes de dichas comunidades.

El origen de los “Graniceros” se remonta a los grupos mexicas, toltecas, pochtecas y demás tribus que florecieron en el Altiplano central de México hace más de veinte siglos. Estas comunidades dependían totalmente del cultivo del maíz y de los conocimientos que tenían del agua, el viento, el fuego, la fertilidad de la tierra, etc. Atrapados en la superstición y creencias erróneas, dichos pueblos prehispánicos llegaron al grado de sacrificar niños en las cimas de cerros y volcanes; en estos lugares efectuaban ceremonias de sacrificios humanos para propiciar la lluvia, el crecimiento del maíz, plantas y las buenas cosechas. Para tal efecto, se valían de todo, incluyendo, la ayuda de chamanes, hechiceros, adivinadores y meteorólogos o “señores del tiempo”, ya que estos personajes tenían la capacidad de predecir la conducta de los elementos de la naturaleza. Bajo la protección de diversas deidades asociadas al clima, estas culturas primitivas evolucionaron rápidamente hasta convertirse en sociedades agrícolas avanzadas.

Por ejemplo, los teotihuacanos tenían a Tláloc, dios de la lluvia y del trueno, la deidad equivalente en los mayas era Chaac y en los zapotecos era Cocijo. Asimismo, en el pensamiento indígena, la tierra era llamada “Cem Anáhuac”, que significa “lugar rodeado por agua” y cuando los mexicas se dieron cuenta que las montañas tenían la capacidad de atraer las nubes, consideraron a los cerros, montañas y volcanes lugares sagrados, llamándoles “Tlaloques”, que quiere decir servidores de Tláloc.

Fray Bernardino de Sahagún, en el capítulo XI, de su libro Historia general de las cosas de la Nueva España, narra que en la cosmovisión del México antiguo, los “Tlaloques” eran seres poderosos que creaban las nubes, el rayo y el granizo y que vivían en un lugar llamado “Tlalocan”, una especie de paraíso acuático donde siempre había buen tiempo y abundancia de alimentos. En este lugar, vivía también “Chalchiuhtlicue”, diosa del agua y hermana de los “Tlaloques”, quien simbolizaba la parte femenina de Tláloc.

Representación de Tláloc.Dios de la Lluvia.

Domingo Francisco de San Antón Muñoz Chimalpahin Quauhtlehuanitzin, fue un indígena descendiente de la Casa Real de Chalco; gracias a su linaje, este personaje obtuvo una esmerada educación humanista en los mejores colegios franciscanos de aquella época y tuvo acceso a documentos, testimonios y archivos únicos de la historia de lo que hoy es el gran valle de Chalco. Alrededor de 1630 escribió en náhuatl una famosa obra llamada Relaciones Originales de Chalco-Amaquemecan, una valiosa fuente de consulta sobre los acontecimientos históricos más importantes que ocurrieron en dicho valle. Por ejemplo, en esta obra, el cronista indígena narra que los naturales de la región vivían en las laderas de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl y que en esos lugares había adoratorios a la diosa del agua “Chalchiuhtlicue”. Las tribus principales que habitaban la región eran pochtecas, quiyahuiztecas y cocolcas, aclara dicho autor, que en estos pueblos había grandes encantadores y magos que podían tomar a voluntad el aspecto de cualquier animal y que tenían el poder de hacer llover. Por cierto, Chalco, es un nombre de origen náhuatl que quiere decir “al borde del lago”.

Dos mil años después, en muchas comunidades rurales de la región central de México, aún existen personas con poder para atraer la lluvia y controlar granizadas y tempestades. En Amatlán, estado de Morelos, conocí a don Aurelio Ramírez, un “Granicero”, un “Mago del Tiempo”, un hombre con poder y facultades excepcionales, la historia de este increíble “señor de la lluvia”, es el tema del próximo artículo.

jalbertogaytangarcia@gmail.com
A87R6/17

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Acerca del autor

José Alberto Gaytan
José Alberto Gaytan
José Alberto Gaytán García ha escrito artículos y ensayos de corte académico en diarios y revistas de México y de los Estados Unidos; ha participado en importantes proyectos académicos e impartido conferencias sobre temas de historia, tecnología y educación en el marco de las relaciones entre México y los Estados Unidos, tema en el cual realizó sus estudios de doctorado en The Graduate School of Internacional Studies de la Universidad de Miami.

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