Por José Alberto Gaytán García *
Estimados amigos, les comentaba en mi artículo anterior, que la tragedia de los dos mil marinos del Almirante Clowdisley en las Islas Sorlingas, enlutó y conmocionó a la sociedad inglesa; la gente se dividió en acalorados debates en torno a quién era el culpable de tan lamentable tragedia. En los círculos políticos y sobre todo, en los círculos científicos, este hecho provocó un marcado sentimiento de culpa, ya que ninguno de los científicos de fama o renombre de aquel entonces, había sido capaz de encontrar un método seguro para establecer la coordenada geográfica llamada longitud, la cual debería ubicar la posición correcta de los buques en altamar. Los científicos más famosos de aquella época y por tanto, quienes más críticas recibían eran Galileo Galilei, Jean Dominique Cassini, Isaac Newton, Edmond Halley, y claro, los creídos y bien pagados astrónomos de la corte real quienes no daban una en la solución de este problema.
En efecto, el asunto tomó proporciones legendarias, para los científicos marinos y expertos navales de aquel entonces, ya que encontrar un método para establecer la longitud equivalía a descubrir la Fuente de la Juventud o la fórmula por transformar el plomo en oro. El caso era que las grandes potencias navales como Inglaterra, España, Portugal y Francia, seguían perdiendo valiosos cargamentos de mercancía, oro, armas y navegantes al extraviarse sus naves una vez que se alejaban de sus puertos de origen, ya que el mar no ofrecía ninguna pista útil sobre la longitud, hora o posición exacta de donde se encontraban dichos buques.
A fin de apaciguar las “aguas turbulentas”, la reina Ana de Inglaterra, aprobó el famoso Decreto de la Longitud de 1714, en el cual, el parlamento inglés ofrecía una jugosa recompensa de 35,000 libras para la persona que presentara la solución al problema de la longitud.
La recompensa se estableció en tres premios de la manera siguiente:
- £20.000 al método que determine la longitud con una precisión de medio grado, medido en un círculo mayor.
- £15.000 al método que determine la longitud con una precisión de dos tercios de grado, medido en un círculo mayor.
- £10.000 al método que determine la longitud con una precisión de un grado, medido en un círculo mayor.
El millonario premio ofrecido por la reina, equivalente a varios millones de dólares actuales, inclusive este premio o recompensa, era mucho mayor que el millón y medio de dólares que se otorga en la actualidad al ganador del Premio Nobel. Por esta razón, aventureros, navegantes, inventores, científicos y charlatanes de todas partes del mundo se presentaban ante la corte real a reclamar el jugoso premio con toda clase de artilugios e ideas descabelladas, por supuesto, ninguno de ellos consiguió resolver el problema.
A finales de 1736, John Harrison un carpintero desconocido sin formación científica alguna, solicitó a la corte real una audiencia para presentar su invento que según él solucionaba el problema de la longitud. En el próximo artículo conoceremos el invento de Harrison.
jalbertogaytangarcia@gmail.com
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Acerca del autor
- José Alberto Gaytán García ha escrito artículos y ensayos de corte académico en diarios y revistas de México y de los Estados Unidos; ha participado en importantes proyectos académicos e impartido conferencias sobre temas de historia, tecnología y educación en el marco de las relaciones entre México y los Estados Unidos, tema en el cual realizó sus estudios de doctorado en The Graduate School of Internacional Studies de la Universidad de Miami.
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