Por José Alberto Gaytán García*
A fin de resolver la cerrada batalla electoral que sostenían en 1858 por un escaño en el senado de los Estados Unidos, Abraham Lincoln, retó a su odiado rival Stephen Douglas, a debatir sus ideas políticas en una tribuna pública, es decir, que en lugar de que cada candidato le hablara al pueblo por su cuenta, como era costumbre hacerlo, Lincoln propuso que lo hicieran frente a frente, para que así todos pudieran escuchar sus puntos de vista.
El juez Douglas temeroso de que la gente le tomara a mal rechazar la propuesta de Lincoln, aceptó de mal gusto la ocurrencia de su oponente republicano y públicamente lo retó a debatir sus propuestas políticas. De esta forma, nació la costumbre del debate político, una de las herramientas más poderosas que tiene el electorado de los Estados Unidos para elegir a sus gobernantes.
Con una amplia cobertura en la prensa nacional, en agosto de 1858 en Ottawa, Illinois, se inició el primero de los siete famosos “Lincoln-Douglas debates.”
En el libro The Presidents Fact Book, del autor Roger Matuz, en la página 250 en adelante, existe una crónica detallada de estos famosos debates; el autor Matuz destaca la enorme expectación que despertó entre la gente de todos los niveles sociales los Lincoln-Douglas debates.
La intensa pasión política que se vivía en el país por el tema de la esclavitud y la curiosidad que despertaba escuchar frente a frente a dos rivales famosos, además, de un ingrediente morboso que el pueblo agregó a este asunto, le dieron un sabor especial “al agarre” Lincoln-Douglas. El ingrediente morboso tenía que ver con el chisme de que el juez Douglas al mismo tiempo que hacía campaña política contra Lincoln, también hacía campaña para enamorar a su esposa, quien como ya lo comentamos en artículos anteriores, nunca hizo el menor caso al latoso juez.
Es importante señalar que cien años después, los debates políticos alcanzaron el nivel de interés más alto, cuando en septiembre de 1960, 70 millones de espectadores estadounidenses siguieron por televisión el primer debate televisado entre los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos, el vicepresidente republicano Richard M. Nixon y el senador demócrata de Massachusetts, John F. Kennedy. Gracias al poderoso efecto visual de la televisión, el senador Kennedy, joven, bien parecido, fotogénico y seguro, derrotó al vicepresidente Nixon, un poderoso rival político que en televisión lució cansado, estresado y muy tenso. Por cierto, esta elección fue una de las más cerradas en la historia política de ese país. La mayoría de los expertos en asuntos políticos coincidieron en señalar que sin la ayuda de la televisión, Kennedy jamás hubiese ganado la presidencia y que el rotundo éxito de los debates televisados significó la entrada triunfal de la televisión al fabuloso negocio de la política. Al año siguiente, los debates televisados se establecieron en las campañas políticas de Alemania, Suecia, Finlandia, Italia, Japón y de muchos otros países del mundo.
Estimados lectores, en el próximo artículo concluye esta historia que espero haya sido de su agrado e interés, antes debo comentarles que en noviembre de 1860, Abraham Lincoln obtuvo el triunfo más importante de su vida al derrotar a su eterno rival político y amoroso Stephen Douglas, en las elecciones presidenciales que se efectuaron ese año. De esta forma, Abraham Lincoln, se convirtió en el décimo sexto presidente de los Estados Unidos.
jalbertogaytangarcia@gmail.com
A30R6/17
Acerca del autor
- José Alberto Gaytán García ha escrito artículos y ensayos de corte académico en diarios y revistas de México y de los Estados Unidos; ha participado en importantes proyectos académicos e impartido conferencias sobre temas de historia, tecnología y educación en el marco de las relaciones entre México y los Estados Unidos, tema en el cual realizó sus estudios de doctorado en The Graduate School of Internacional Studies de la Universidad de Miami.
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